jueves, 28 de junio de 2018

Desarreglo de palabras sobre "Nothing feels natural" de Priests (2017) + el disco, que es lo que importa.



"Feels good to buy something you can't afford"

Conecto el celular a los parlantes. La ficha, cromada, encaja placentera en la ranura. Siempre es placentera. Ofrece una leve resistencia, dos veces, y después *clack*

Ya está. Subo el volumen. Aprieto .

Empiezan. Priests, de Washington dici, 2017, primer album de estudio de una banda ensamblada en 2012. En USA todo está penetrado por el campo semántico del complejo militar-industrial y el márketing, especulo. Pero sobre todo por el dinero. Y elles padecieron con sus trabajos de tiempo completo y las sesiones interminables, una vez que quisieron hacer viable la banda, todo el peso de lo que eso significa. Tuvieron finalmente que fundar su sello, Sister Polygon Records.

"Music is inherently political, everything is political," Greer says. "So to say that music is political is like saying music has sound. It's saying nothing."

Daniele y Greer se conocieron en 2011 estudiando, y pegaron onda rápido. Jaguar (¡JAGUAR!) amigo de Greer se enganchó enseguida en viola, y Mulitz se copó en una feria de comics donde conoció a Jaguar.


Al principio, cuentan, solían subir a los escenarios (o no), lanzarse 10 minutos en caída libre, y bajar, dejando al público abrasado y sin aliento. Es la actitud que ya traían, pero que lograron pulir como banda, musicalmente. En 2014 lanzaron un EP, "Bodies and control and money and power" y todo fue terrible, pero se tomaron su tiempo. Cuenta Mulitz que el EP estaba orientado a capturar el sonido del en-vivo, pero que cuando empezaron a grabar lo que luego sería NFN no pudieron ponerse de acuerdo. La energía de las pibas era plena y escénica, pero Jaguar y Mulitz querían repasar las grabaciones una y otra vez y eso se volvió un problema para todes. Los tiempos se alargaron, los jefes les gritaban, elles "Fuck you!" a todo el mundo y bueh. Así parieron "Nothing feels natural", sin ceder a las presiones externas de la atención lograda en el primer EP y abortando todo lo que no querían ser en el camino.




Notas varias sobre los temas:

"Aproppiate", tema con que abre el disco, son ellas dos al centro y adentro: la batería implacable de Daniele y la voz filosa de Greer, a quienes alineadas se incorporan Jaguar y Mulitz. La melodía se hace patente en el modo en que Greer te interpela, hasta deshacerse antes de llegar la mitad, como una ruleta que se hiciera pedazos escalera abajo. Un estruendo inmenso que se apaga y queda pendiendo de la cuerda del bajo. Susurra: "Yo, yo. Yo yo yo yo. Yo...Yo trabajé tanto para no tener más amigos como vos"

Un saxo tenor hacer chirridos y se escurre entre las melodías vocales mientras el ruido crece y crece hasta que el final es un desastre, en el mejor de los sentidos.
Y así comienza el disco.

"JJ" es puro movimiento desde el segundo uno, un homenaje reconocido al surf rock de los Dead Kennedys y B-52, pero 60 años después, cuando las ilusiones lavadas de los Estados Unidos de posguerra parecen una pesadilla con Trump al frente. El video del tema está inspirado en algo hecho por Kanye West (no me pregunten qué, ¿pero vieron alguna de su hiperproducciones?) pero a posteriori reconocen Daniele y Greer estar desilusionadas del sujeto por lo que suele develarse en estos tiempos: es un machirulo, y encima apoyó a Trump.

"Nicki" es el tema que podría sonar de fondo en al fiesta de "Los años intoxicados" de Mariana Enríquez. Una declama de chica punk empoderada, en los '90 deshaciendo todas las imposturas prefabricadas a fuerza de degradación limpia. La voz de la frontwoman retrocede y vuelve al frente, y la guitarra de Jaguar hace barridas ruidosas y oscuras de acordes. Es perfecto.

"Lelia 20" toma su nombre de la encantadora actriz en la opera prima de Cassavettes, "Shadows" y repica en fusas con una Greer más contenida y oscura. Se percibe la colaboración de Janel Leppin en cello y bases electrónicas, y la aceleración vertiginosa que aporta Daniele de a momentos.

"No Big Bang" es una interpelación. Se siente así, porque, bueno, nos habla. Dice de acerca de las charlas profundas y el abismamiento ante la muerte. Dice que el progreso asusta. Dice, al final, que antes que morir, quisiera deshacer el nacimiento (y el universo) en una enorme negación. No. Big. Bang.

"Interlude", un pieza de cámara, compuesta por Janel Leppin, para cello y sintetizador, abre la segunda mitad del disco, y parece la continuacióna argumental del tema anterior: una sopa primigenia y melancólica.

"Nothing feels natural", el tema que da nombre al disco, tiene el pedal del bajo de Mulitz y la voz melodiosa de Greer como protagonistas. Más tarde Jaguar acerca efectos que recuerdan a Interpol ¿Pero qué corean? ¿Qué dice la letra?

"Pink white house" (qué iba a llamarse "Airlock" por "Alien: el 8vo pasajero") se aproxima a Sonic Youth y a la desazon posguerra fría de los hijos de la clase media estadounidense. El tema se centra en su ruptura, tanto en lo musical como en lo visual, que es donde irrumpe el subtono de pesadilla americana. Todo termina en un ruido abrumador. El video está inspirado, indirectamente, por la pintura renacentista y barroca que influencia la filmografía de Peter Greenaway  (vease "El libro de Próspero" del director o "Las bodas de Caná" de Veronese)

"Puff" es el bicho raro en el disco. El tema es musicalmente un abandono de la melodiosidad como en los Tape 1 y Tape 2 de la banda, volver saltito furioso estudiantil, una regresión. Pero considerado desde la letra, parece sostener con ironía una tesis aceleracionista y controvertida, respecto de la elección de Netanyahu en Israel y el advenimiento de "plagas nunca antes vistas"

"Suck" es el último y, en mi humilde opinión, el mejor tema junto al primero. Es el punto que se une finalmente con "Aproppiate" trazando una curva evolutiva que es sinécdoque de todo lo que la banda hizo hasta este disco desde 2012, la condensación justa de un ritmo desarrollado, una melodía capaz de apelar y una energía que siendo rabiosa aún, se corre de los lugares comunes del disco y tiene un carácter tenaz y luminoso. Me encantó.

JMO

lunes, 12 de febrero de 2018

Vamos a perdernos. Royal Trux, "Cats and dogs" (1993)



Al momento de salir el album "Cats and dogs" la pareja conformada por Neil Hagerty y Jennifer Herrema lidiaban con entusiastas adicciones que los habían llevado a padecer miserias, enfermedades y ciertos despojos materiales, como vivir en la calle y en la indigencia mientras, en cambio, el sacudón opiaceo colmaba de placer sus centros encefálicos. 

La adicción requiere la entrega total. 

Algunas bandas colegas y de cierta cercanía declaraban su rechazo a ese tipo de hábitos. El rigor y el profesionalismo de una banda en ciernes exitosa no debía agendar esas desviaciones. La extraordinaria obra de esta banda no puede dejar de sopesarse por estas contingencias en las vidas de estos jóvenes talentos. Teniendo en cuenta que Hagerty había tocado en la seminal banda Pussy Galore junto a Jon Spencer, el capital artístico con el que contaba y su ambición eran ya frondosos. Jennifer Herrema tenía solo 15 años cuando se unió a la aventura Royal Trux. Su voz carrasposa y su sex appeal roto se ensamblaban justo con esa música avant garde que se introducía, como tantas otras veces, en las tradiciones de la música negra norteamericana y que a los blancos les gusta intervenir con asombro por la cultura que esa colectividad parió. Porque del dolor y el sufrimiento de millones de esclavos negros arrancados de la lejana África y que fueron decisivos en la construcción de la riqueza y el poder de ese Estado y ese país, surgieron los ritmos seminales que signarían los cánones de la música de EEUU y de los próximos decenios. El rhythm & blues significo para Royal Trux una profunda lectura de esas raíces y que sirvió como puente traducible de sus vidas y sus expansiones por la mente y la experiencia de la heroína. 

Los discos previos habían sido tres: "Royal Trux" (1988), "Twin infinitives" (1990) y "Royal Trux" (1992) Cada uno de ellos documentó lo que en sus vidas ocurría. En todos ellos el sonido se difumina brumoso, de a ratos chatarrero y deriva en una componente vaga, haragana, disoluta. Alucinación, pesadilla y extenuación. Los estados del goce que lanzados llevaban adelante y perseguían. Acompañados por una sección percusiva llana, sintetizadores, guitarras apenas rasguñadas, mezclas de cintas enmarañadas en sonidos incordiantes y las dos voces emergiendo de esos extravíos. Los tres discos son obras singulares, unidades orgánicas en las qué, en conjunto, se percibe atesorada la experiencia de la droga y la ambición de proyectarse más allá de los límites de la conciencia.

Desde ese punto surge el extraordinario "Cats and dogs" en 1993. Un punto donde las fuerzas y las maravillas del goce se reconvierten en mero atasco de lo que ya no vuelve como placer o ensueño. O de terror y escalofrío. Ya no pega. La droga se convierte en ilusión y recuerdo. El paraíso perdido. 

“Cats and dogs” es la mera enunciación de lo ya visto en terrenos recorridos con ahínco y ardor. Hasta se me antoja que es el fin de una etapa y el comienzo de otra. El primer tema "Teeth" arranca extenso, árido y deja sentada la base más fuerte de su música de aquí en adelante: la de la arenga. Las voces de la pareja se atropellan en una suerte de hip hopeo "a lo Royal Trux". Cadencioso y urgente. Los Rolling Stones son una referencia ineludible que se hace notar, pero sin groove mediante, suena a mal viaje. No hay "gusto", ni paraíso, ni caliente, ni frío. Solo una quietud seca y estática que los arranques arenguísticos no pueden disipar. 






"Estoy sobre una cama de piedra o arena y no hay manera de levantarse. Las fuerzas me han abandonado y solo puede relatarles lo que recuerdo, solo de a ratos". 

Desde una solemnidad no deseada el disco transcurre como un cansino brevario opiaceo y volitivo. Las palabras testamentarias y la arenga reaccionaria. De reacción y de languidez. La guitarra de Neil es el volante que maneja en las curvas de esta carretera, no hay bajo ni lo va a haber hasta el próximo disco. Hasta ese momento esa linea no estaba presente en ninguna de las grabaciones de Royal Trux. Guitarras, percusiones, batería y las dos voces que se mimetizan y se funden en una. El tufillo maquetero que tanto se le endilga a la banda se reafirma en ese decir fragmentario y agónico. No hay discurso, solo espasmódicas arremetidas en forma de arenga. Filoso, perfecto. 

La selección de temas es ideal y se van acoplando uno a uno:

“Teeth”
“The flag”
“Friends” 
“The spectre” (tan stoniano)
“Skywood grernback mantra”
Los dos temas centrales “Turn of the century” y “Up the sleeve” donde lo extático se vuelve estático, 
“Hot and cold skulls”
“Thigth pants”
"Let's get lost"
 y el sublime final: “Driving in that car”



Se me ocurre que hay una similitud de este disco con el "Isn’t anything" de My Bloody Valentine en cuanto al impulso dinámico que toma, su tempo, similar en el armado del disco y el resultado final. Con diferentes búsquedas, claro está. 

Si nos metiéramos en camisa de once varas o en arrogantes disquisiciones se podría arriesgar que fueron la última banda que intentó acabar con el rock ‘n roll asestándole golpes y navajazos directos a los órganos vitales del género. A la vez que resucitaban de él lo rancio, lo sucio y valiente que supo tener. La última gran banda de rock en ser peligrosa, destructiva.

El vínculo amoroso de la pareja, persistente 16 años, es un factor decisivo en la historia que ellos sellaron mas allá de contratiempos, vicisitudes y demases. Las historias que se construyen en las epopeyas cotidianas o en los lapsos que la historia remarca como vitales dejan de lado las rencillas que los pequeños egos aplastan con la miopía que el tiempo deja olvidadas. 

La prensa del negocio de la música nunca mostró demasiado interés en este disco y en esta banda, en cambio envalentono propuestas artísticas conservadoras que les sirvió para etiquetar y lanzar una escena que insuflara nuevos aires en el show bussines de la época

No teniendo Royal Trux recordatorios ni grandes palabras para el museo rockero, continúa en secreto y permanece hoy como "un instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores..."






















miércoles, 13 de diciembre de 2017

Quiero cerrar el año con una lista de discos, arbitraria y sin ningún orden, que por algún motivo no pude reseñar y me hubiera gustado. Esto no quita saltar mañana o pasado mañana, o una semana después de las Pascuas, dentro de cualquiera de ellos, pero por lo pronto voy a señalarlos con el metafórico dedo de la palabra, ese recurso tan poderoso que son los ostensivos: estos discos son los que les recomiendo que escuchen, si es qué, por algún motivo, no tienen un mañana para darse el lujo de esperar. 
Todos están en Youtube.


- Motorama, "Calendar" (2012)


Therefore the pain won't stop
The pain won't stop

Motorama is a Russian post-punk band from Rostov-on-Don, Russia. The band was formed in 2005 and named after the film (1991).[1] The group has received popularity not only in Russia but also abroad. They have released two EPs and three studio albums. Names of singles are "Eyes", "Alps", "Ghost" , "Wind In Her Hair" and "To The South".

Así reza Wikipedia.

Miguel R. (graciaaaaas) decía en una entrada de Facebook que, para aquellos que preguntaban que era eso tan lindo que sonaba de fondo, iba esta referencia.

El disco promedia con muchísima fuerza. Hacia "To The South", su sencillo hitazo, ya se percibe la vibra, pero un tema después no más, con "Rose in the vase" y todavía un paso más con "In your arms" te desarma. The desharma. Así con haches. Porque que se yo como se dirá en ruso, pero la pretensión al menos de intentar ser postpunkies y genuinos se siente. No digo que sea posible, pero al menos creo que puede leerse, e incluso a través de las barreras idiomáticas. 
¿Sería más fácil hacer rock ruso siendo neozelandés?
No lo creo.

- El Príncipe Idiota, "Doméstico" (2017)

Vestido se acostó,
masturbose antes de dormir.
Y en segundos se olvido
de la noche entera.

Pato dice que no está nada mal. Yo le agregaría que está muy bien, pero es una opinión más. ¿Qué importa? No vamos a definir ningún partido acá.
Lo que me pasa es que las texturas. 

Las texturas.

¿A qué llamo eso? Bueno, una textura es algo continuo, ininterrumpido. Uno pasa los dedos sobre algo e identifica la unidad de lo-que-sea mediante eso: la ininterrupción. Cuando llega a un vértice, y de pronto se abisma la cosa, entiende que terminó.
Eso es la textura, lo que hay entre un vértice y otro.

Entiendo que esta banda, por lo que hace, plantea texturas de fondo sobre las que inscriben letras descriptivas, casi cuentísticas, por su regularidad y efectividad. 

Eso está buenísimo.
Me pierdo en sus letras prosaicas y la instrumentación tan adecuada a esa deriva urbana y elevada, como dos metros encima de la planta baja de de cualquier departamento. Y entonces llego al vértice y hago lo que haría en cualquier terraza o azotea, en cualquier pileta o piscina: me quedo tieso un rato y miro. Tan cerca toda la diferencia, entre estar ahí, o abismarse allá.

El Príncipe Idiota no dice mucho, pero la formación y la impronta que están logrando, pese a su corto tiempo de vida, los hace dignos de atención.
 
- Luca Bocci, "Ahora" (2017)

Archipiélagos de sal, piedras del sol,
socorren mi naufragio y me rescatan
de esta ilusión, de nubes que se llueven
dentro de tus ojos.

Si tuviera que partir
de una nota en cuestión
sería sin duda un sol
y tendría la armonía cantada
y la técnica sería de pacer un placer.
Porque sobre la guitarra se pace
como un rebaño inaudible
que busca su voz rebuznada
y no hace sino balar
con los dedos los trastes
que acá o en Mendoza
suenan a canción.

Luca Bocci, el mendocino pibe de peculiar apariencia, saca un disco este año brutal. El año es brutal, el disco canción, porque abreva del rock clásico ya, en Argentina y más allá, de Charly y Luis Alberto, e incorpora lo suyo, amodernado, listo, demasiado listo, porque si no, ¿por qué empieza y termina así el disco?
Es una afrenta.
Un piano de gotan bien grabado y un techno j-pop deliberado, "Fujin ama a Raijin". 

No me jodas Luca.

Pero te quiero mucho. No entiendo porque todavía no hay más tuyo. Ojalá pronto me desengañe y vea, fumando solo, tu próxima producción para el gran público, esto es: los que de lejos te seguimos.

Si pudieras venir alguna vez, mejor aún.

- Atrás Hay Truenos, "Bronce" (2016)


Perdón, pierdo el hilo de la charla,
no puedo levantar más la cabeza. 

Álbum del 2016 al que llegué por referencia de Maxi Prietto en una entrevista hecha en tierras aztecas, en ocasión de la presentación de "Agua Ardiente" en Guadalajara. No encuentro la entrevista por ningún lado, y a fuerza de no creer que estoy inventándola, voy a recuperar de mi memoria la pregunta precisa que la entrevistadora o el entrevistador le hicieron para que lo recomendase como, según afirmó, una de sus carpetas más reproducidas en los numerosos viajes en bus que tuvieron que hacer desde La Paternal a donde el escenario estuviese dispuesto. Decía:

[Entrevistador/a] Maxi, ¿qué rolas traes? ¿qué verga escuchas hoy we? Porque la nueva escena argentina toma distancia del rock populachero y rolinga de los '00 y se plantea nuevas duraciones y recursos. Treinta minutos y una computadora con micrófono alcanzan, ni hablar.

[Prietto] Alcanzan, es verdad, pero la posta es que Atrás Hay Truenos dejó de hacer música para molestar con el último de sus discos, "Bronce", que la rompe. Es una píldora de felicidad roja y blanca y texturada, lenta de a ratos, pero subidora. Te pega. Y cuando creés que está bajando, porque nada bueno dura para siempre, te lleva de la mano desde la nube donde estabas al suelo frío y húmedo de Rosario. Tenés que escucharlo. Creo que los pibes la pegaron con la producción y los nuevos timbres, y lograron hacer de nueve temas una sola experiencia.

Así fue, sin duda.
 
- Mueran Humanos, "Miseress" (2015)

Nacimos para bailar descalzos
sobre las cabezas de tus reyes. 

Un disco sin piedad, que te arrastra de la remera antro adentro. Son casi visibles las luces bailando sobre las cabezas, con el volumen suficiente. Desde Berlín, Tomás Nochteff, miembro fundante junto a Pedro Amodio y Javier Aldana de "Dios", desenvaina el bajo de la rúbrica escénica explosiva y lo blande rítmico, empatado a baterías electrónicas, aportando su voz junto a la de Carmen Burguess, que extorsiva las distorsiona e inserta nuevos sonidos como si fueran agujas en una muñeca, minuto a minuto, con sintetizadores bien agudos.
Amar esta banda (¡gracias Gaby!) 


- Night Beats, "Who Sold My Generation" (2016)

Pour myself a drink or maybe two
What is wrong with you?
What they say to you?

Seattle, hogar de Eddie Vader, cuna de Nirvana, y en su momento (waaaaaa) de Jimi Hendrix, aún hoy tiene tiendas de música notables que le venden instrumentos y hasta dan lecciones a todo tipo de freak.
Estaba viendo que Seattle está en el noroeste de los EE.UU, estado (provincia) de Washington, casi casi en la frontera con Canadá (Vancouver a menos de 100 millas) Hubiera imaginado que estaba al este, de prejuicioso no más, pero vieron... nunca estuve allá y la verdad que todas esas diferencias y rivalidades entre esto y aquello, enten eller, me pasan por al lado. Lo cierto es que este disco, desde las voces engastadas las hasta los pedales de las violas, grita PSICODEEEEELIA, GAAAAARAGE y alguna birra yanki por ahí Budweiser al humo de buenas flores. Es un remake de los primeros '70. Re da para ponerlo en juntadas, ¿cómo pude ser tan torpe y olvidarlo? Re da.
 
- Terry Riley, "Persian Surgery Dervishes" (1971)

Hora y media.

Dos versiones del mismo tema grabadas en vivo, con casi un año de diferencia.

Los Ángeles, 18 de abril de 1971: todo en Do. No sé que hace con la mano derecha y con la izquierda. La melodía fluye, y pretende no estar. Lo importante acá es que el drone durísimo de la izquierda te envuelve y no te deja escapar. Es terrible. Es tremendo. Nunca imaginé que un órgano pudiera hacerme esto. Y cuando creía que todo iba a ser soportable hasta que terminase, su derecha me acuchilla sin contemplación con ristras velocísimas de notas espumadas, tomadas de un oleaje melódico incomprensible.
Los versados estudiantes de La Música sabrán desdecirme. Me chupa un uovo. Terry Riley sabe valerse por sí mismo, y nosotros que casualmente lo escuchamos también.
París, 24 de mayo de 1972: en Do todo. No sé que hace con las manos izquierda y derecha. Fluye como si hubiera una melodía, y la hay. Con lo que parece un instrumento menos uno da cuenta de que antes, en 1971, a lo mejor hubiera uno más.
No, siempre fue UN órgano.
Y el drone aún durísimo te captura, otra vez, como si fuera una boleadora patagona. Es bárbaro, incivilizado. ¿Cómo puede hacernos esto? preguntamos de boca al piso, saboreando la tierra, sintiendo palpitar el labio con su latido. Es el nuestro, arrebatado de su ritmo propio por el de esta obra, repetida ahora con casi un año de diferencia, pulida o afilada nuevamente, una hoja que sin piedad abre el silencio y traza un arco meditado, meditabundo.
Me vuela los pelos. Este disco. Me vuela los pelos.
 
- Harold Budd, "The Pavilion of Dreams" (1978)

En el nombre de Dios, el Benefactor, el Piadoso.

Si llegan a escuchar el segundo tema, después del minuto 18, van a saber que ya no están en la Tierra, sino en otro plano delicioso y edénico.
Las palabras no hacen justicia de esta impresión.
Harold Budd logra, en su forma mínima de hacer las cosas, coser con una voz sin palabras y un arpa una experiencia. 

El nombre que da a esta experiencia es doble: "Déjennos ir a la casa del Señor" y "Domingo de mariposa"

Me recuerda mucho a una versión hermosa, lírica y "bellepoquesca" de Debussy, que no puedo encontrar para recuperarles ahora, con letra y música para la danza clásica. Ya quisiera tenerla presente y compartirla, pero queda entonces como una referencia ficcional.

De H. B. podemos decir que en este disco logra producir una sensación de abismamiento notable. Me gusta el adjetivo "notable". Lo uso un montón últimamente, como si estuviera de moda. 
El disco recoge su regreso a la composición después de un hiato de 2 años, cuando llegó, según él, a los límites del minimalismo. 
Está bien Harold. Este disco te lleva en taxi por la ciudad, pero no tu ciudad, sino otra ciudad, parecida a la tuya, pero sobre la que no podés imponer ningún recuerdo. Entonces tenés que recurrir a la imaginación, que es la memoria pero libre de la necesidad de corresponderse con algo que ya pasó, o sea, que no existe más.
Entonces recordar es una facultad de la imaginación, y H. B. ofrece acá sus recuerdos de una paseo que le suponemos fue caro, en taxi, seguramente la bajada de bandera en EE. UU. es en dólares y qué se yo, capaz que en relación al sueldo promedio de un músico avant-garde está alta.
Pero decía: se la jugó, y gracias a eso, podemos deslizarnos sobre lineas de saxo y teclados vibratos, teclatos vibrados, vibrados teclados, etc.
De nuevo: gracias Harold.

 - Slowdive, "Slowdive" (2017)

There's a buzzard of gulls
They're drumming in the wind
Only lovers alive
Running in the dark

Estoy apurado por terminar esta entrada del blog. O sea: no empecé a escribir con ningún orden. Creo que hasta ahora viene así: Mueran Humanos, Atrás Hay Truenos, Night Beats, y ahora Slowdive. Pasa que pienso, todavía, bajo el imperativo de la "inspiración", como si tuviera que hacer algo pronto y naturalmente.
Está claro que la inspiración es más dura que Dios. Es severa, arbitraria y judáica, en los términos que el prejuicio entiende. Por eso debo renegar de ella.

Entonces decía con apuro que Slowdive es una banda inglesa que pasó bajo mi radar mucho tiempo, pese a mirarse el calzado con una fijación digna de un monje zen. Y aunque tuvieran el sello "90' approved" dado por los escuchas y la crítica, no me fue mencionada por nadie nada nunca. Pitchfork dijo que "Slowdive" es uno de sus "best new albums", y el crítico le dio 8.6 puntos sobre 10. ¿Qué carajo significa eso, eh...? 
Bueno, no importa. En general el staff de Pitchfork me place. Me da de comer cuando nadie más lo hace. Por eso llegué a Slowdive, que tiene producciones más que notables en los '90, diría geniales, como Souvlaki y Pygmalion.

La banda se corre ligeramente de sus empresas anteriores, y la verdad le viene bien. Hay mucho de diurno y aereado en lo que hacen acá, como si para respirar hiciera falta escuchar no más. Se los reconozco. Hay un soplo de oxígeno en este disco, homónimo por cierto, que lanzan en 2017. Lo que antes se volvía una lenta deriva en experimentaciones no siempre agradables, hoy es, 22 años después de su último disco, una prueba fehaciente de su compromiso con la música. Dios los bendiga.

- Moondog, "Sax Pax fo Sax" (1997)

No matter what name she goes under
I dig her deeply and no wonder
For she's been lovely to me
And I'm the better for having met her.

De Moondog solo voy a decir que fue lo que llamaríamos en argentina un croto, ciego desde los 16, que se vestía como un vikingo y pedía plata en las calles de Nueva York, por interpretar música en instrumentos que él mismo inventaba.

...

De este disco puedo recopilar que fue grabado con la Filarmónica de Londres, que parece una risa, y que fue compuesto para no uno, sino 9 (nueve) saxofones.
Si en esta lista hay un disco que lo eleve a uno sobre las circunstancias de su más mediocre y llana cotidianeidad, es este. 

Es este el disco chicxs. Este es el disco. No busquen más. Moondog sabía, incluso hasta sus últimos días en, como Iggy, como Bowie y Nochteff,  BERLÍN.

¿Por qué no digo más nada?

Por vergüenza.-

JMO

sábado, 9 de diciembre de 2017

Aullidos del extrarradio. Los Desechables, "Golpe tras golpe" (1984)



"Mi poesía consistirá, sólo, en atacar por todos los medios posibles al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura"
Conde De Lautréamont


Después de transitar engorrosos pantanos burocráticos y en plena era de la velocidad, logramos asirnos a este codiciado material que, habiéndome llegado colateralmente pude, al descubrir, disfrutar y venerar, finalmente, hasta la devoción total.

Una obra improbable y maldita, cual si se tratara de una gema preciosa que cae del espacio exterior en las propias manos de quien hace rato espera poco y nada de la existencia. Y, mucho, mucho menos del rock.

El primer contacto fue con este DVD de título "El peor Dios" que narra en forma de documental el fugaz derrotero de Los Desechables, agrupación barcelonesa (en rigor provienen de un pequeño poblado de sus alrededores llamado Vallirana) que irrumpió furiosamente en la escena punk española de los 80s, merced a un rocanroll primitivo y crudísimo que sustentaba su propuesta en los tres tercios de su formación primigenia: Miguel, un guitarrista dotado con el talento de, en pocos acordes y sin ninguna clase de virtuosismo, expresar un sonido filoso, salvaje e hipnótico; Dei Pei, a quien tan solo un redoblante y un platillo le bastaban para llevar con con nervio y frenesí el tempo de esos interminables mantras rockeros; y Tere, una bella ninfa adolescente que transformaba absurdas letras de inconformismo generacional en estremecedores y desesperados gritos de furia, sexo y angustia existencial.

El combo era demasiado bueno. Tanto que no pude resistirme a saber mas de ellos. Vi el documental varias veces. Muchas. En el hablan Tere y Dei Pei, los únicos sobrevivientes de la formación original, y otros allegados a la banda. Miguel había fallecido después de un intento de asalto a una joyería, justo antes de la probable consagración de la banda, dejando una estela vibrante, poderosa y maldita, pero muy poco para la posteridad. Y de ahí la valía de este trabajo y, sobretodo, del disco que reúne su obra desperdigada.

Sobre este documental debo decir que, si bien es interesante, ejerce una función desacralizadora sobre los tres personajes, a quienes hubiera preferido conocer de otra manera, simplemente por su música, algún recorte de diario y fotos. Valga decir: la producción visual de la banda es una obra en sí misma. Hubiera preferido ser devuelto, digamos, a lo que siempre me enamoró del rock: esa fabula mágica que se eleva por sobre nosotros, simples mortales, haciendo de su música, su fantasía, y sus héroes un misterio. Por fortuna el supremo acto ritual de sentarse a escuchar un disco hace que uno pueda abstraerse de lo que sabe, y cuando el sonido comienza, la ficción lo arrasa todo y no hay huella de realidad que la sobreviva.

Y conseguimos también el disco. Un hermoso vinilo llamado "Golpe tras golpe" que reúne lo que se pudo rescatar de esta primera formación de la banda, un trabajo de recopilación que viene a reivindicar esa primera etapa, la que los convirtió en un mito pírrico, y que por el feroz ensañamiento del destino y cierta mística del fracaso, nunca llegó a materializarse en un trabajo de estudio. Lo pusimos en la rocola y ahí estaba, intacto. Ese sonido sucio y arrastrado que bañaba de oscuridad sórdida y nocturna el esqueleto típico del rock.

El trabajo se sirve de dos o tres conciertos en vivo, en el cual despachan sus descargas eléctricas en varios actos intensos y salvajes. "Golpe tras golpe", "Quiero pasarlo bien" "No me consigues divertir", "El fin del mundo" son algunas de sus canciones mas atronadoras. Los Desechables en pleno estado de gracia montando su arrollador número ante un publico atónito que, sospecho, sintió algo de perplejidad ante ese tandem que conformaba el sonido chirriante y oxidado de los guitarrazos de Miguel con el golpeteo seco y latoso de un redoblante que no daba tregua.

Buscando referenciarse en su tótem sagrado, The Cramps, pero logrando en esa búsqueda encontrarse, tomaron lo que tenían a mano, ese rocanrol de dos o tres tonos básicos y lo retorcieron con capricho, lo rasgaron con pedazos de vidrio y lo pintaron de un negro abismal que podrá subsistir únicamente en su propio universo. Pero el impacto mayor no ocurre hasta que la misteriosa figura de Tere, parada en el centro de la escena, y ya en trance desde el primer acorde, se monta a ese sonido devastador para soltar con ironía y desesperanza gritos tan dotados de furia y desazón que intrigan y descolocan, encendiendo en la mente y el estomago un enigma siempre recurrente: ¿de que rincón del alma una generación saca tal hastío? Nunca lo sabré acabadamente, sin embargo vuelvo a preguntármelo una y otra vez. Pero en Tere, en Los Desechables, no se agota la respuesta en una mera oda a la disconformidad. También está el juego y la búsqueda constante del límite.

La mayor obsesión del rock es ver que hay más allá. Entonces el sexo, el ocultismo, las drogas... no es necesario explicarlo. Tere era el súmmum de todas las perversiones, el estallido de ira ante las represiones morales de toda índole, la quintaescencia del rock. En su sensual juventud se comprimen las angustias y el odio de la inocencia ante un sistema que machaca y golpea con cobardía imponiendo toscamente sus limites unidimensionales. Por eso la búsqueda transgresora.

Escapar hacia donde no haya cárceles.

Los Desechables iban tras eso, desesperadamente, por eso su imagen es digna de adoración. Porque desde muy temprano supieron que para salir de la monotonía autoimpuesta de las sociedades modernas, no basta con caminar.

Hay que correr.

Y sí se puede volar. Y las salidas no son luminosas, son oscuras, pero el viaje vale la pena cuando uno juega a estar en una película.

Por suerte yo la pude ver.

LG Trash



miércoles, 4 de octubre de 2017

Hay tanto jugo por aquí. Los Espíritus, "Agua Ardiente" (2017)


Empujaba con la insistencia de algo inconsciente el viento nuestros cuerpos, orientados esa noche de viernes, prometiendo el culto desbordado a otro elemento: el fuego.

Porque Agua Ardiente es un motivo tejido sobre cuatro elementos: la Luna, la noche, el mar y el fuego. En él no hacen falta imposturas ni i(t)smos  que conecten la a-islada experiencia personal con el continente de lo colectivo. Todo lo que destila es tan antiguo como el primer hombre perdido en los ojos de una mujer, y viceversa. Algunos viejos conocidos hablan de la antigüedad de las cosas en función de la injusticia ("más viejo que la injusticia" dicen). Diría yo que este disco es el más justo para el presente (pleno, en gira) de la banda, gloriosa formación que La Paternal parió en este presente musical argentino. Es puro, tal y como suenan en vivo. Porque seamos sinceros: hay sonidos que no pueden samplearse en ningún estudio. Pertenecen al instante, al error y al colectivo. Los temas que tejen en este fabuloso disco son el resultado, quizá, de la condición simple y encruzijada que tiene blues. El "blues" que fue antes color, y luego canción, para volver hecho un inmenso vocablo al idioma inglés. El blues de Mississippi, que habla de las heridas y se hace bálsamo; que recupera lo perdido y se vuelve memoria; que marca el paso y se vuelve ritmo. Ese blues que es ruta y es noche; que es jornada bajo el sol y merecido descanso.

La última vez que aprendí todas las letras de un disco estaba abollado de amor por una chica incombustible. No había manera de evitar esos largos tramos en auto entre el trabajo y el terciario; la casa y el trabajo. Y como no había más que entregarse a la rutina férrea, salivaba los labios y ponía a mi lado una compañía que pudiera traerme de nuevo a la Tierra. Encendía el equipo del auto, enchufaba el pendrive, y dejaba que el espacio entre las cosas se volviera canción. Este disco es eso. Este disco es la traducción, por otro lado imposible, del tiempo perdido entre dos puntos del corazón. Eso es fuego. Porque el corazón se alimenta de cenizas, y el tiempo es la sangre de los acontecimientos.

Hay fuerzas elementales en juego. Dice Maxi en una entrevista con Patricia Peñaloza, periodista mexicana:

 "...por más que sea como sea, va a terminar siendo como tiene que ser." Y en esa frase trunca se condensa la potencia de los elementos convocados, que encuentran una representación formal en la producción. El disco está pensado como un vinilo, con un lado A que termina en "Esa luz" y un lado B que termina en "El viento", ambos finales sostenidos en imágenes arquetípicas que Los Espíritus utilizan para sugerir que la voluntad y el progreso vital encuentran un límite en la más natural de todas las cosas.

"Una a una nuestras voces se apagaran"
(Llámese muerte)


La fórmula de este sonido acomodado, logrado tras dos discazos (de menor envergadura para quien escribe) como fueron el homónimo (2013) y "Gratitud" (2015) es girar y girar. Es la rueda que mueve a la banda, y no tienen reparos en reconocer en dos o tres entrevistas que tocar en vivo es lo que les permite crecer y vivir de su música. Finalmente lograron, a decir de ellos, un sonido "de grupo", y lo hacen sentir en cada presentación con toda la energía de cada uno de sus seis integrantes.
Aplaudo que Los Espíritus hayan transitado sus momentos más oscuros y menos rentables hacia esta producción, aún sombría, pero plena de in-tensión y promesa, lo mismo que un llama arrimada al agua. Aplaudo sus funciones, su ánimo ante el público. Y déjenme detenerme acá: su ánimo frente al público. Porque tuve la fortuna, extraña para mi, de ir a su último concierto en Rosario, accesible, elongado y repleto. La convocatoria fue plena decía y completó el espacio disponible en Vorterix. No fueron puntuales y al entrar sonaron a lluvia y alivio, ya que todos esperábamos ser absueltos del ansia que nos comía desde adentro, las ganas fuertes de hacer salto el alcohol y cantar cada una de las canciones, hasta que se apagasen nuestras voces, y al salir todos nos agitábamos fatuos en calle Salta. No se diga más. A escuchar.


JMO

Bandcamp

Perdida en el fuego [mp3 128]