sábado, 9 de diciembre de 2017

Aullidos del extrarradio. Los Desechables, "Golpe tras golpe" (1984)



"Mi poesía consistirá, sólo, en atacar por todos los medios posibles al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura"
Conde De Lautréamont


Después de transitar engorrosos pantanos burocráticos y en plena era de la velocidad, logramos asirnos a este codiciado material que, habiéndome llegado colateralmente pude, al descubrir, disfrutar y venerar, finalmente, hasta la devoción total.

Una obra improbable y maldita, cual si se tratara de una gema preciosa que cae del espacio exterior en las propias manos de quien hace rato espera poco y nada de la existencia. Y, mucho, mucho menos del rock.

El primer contacto fue con este DVD de título "El peor Dios" que narra en forma de documental el fugaz derrotero de Los Desechables, agrupación barcelonesa (en rigor provienen de un pequeño poblado de sus alrededores llamado Vallirana) que irrumpió furiosamente en la escena punk española de los 80s, merced a un rocanroll primitivo y crudísimo que sustentaba su propuesta en los tres tercios de su formación primigenia: Miguel, un guitarrista dotado con el talento de, en pocos acordes y sin ninguna clase de virtuosismo, expresar un sonido filoso, salvaje e hipnótico; Dei Pei, a quien tan solo un redoblante y un platillo le bastaban para llevar con con nervio y frenesí el tempo de esos interminables mantras rockeros; y Tere, una bella ninfa adolescente que transformaba absurdas letras de inconformismo generacional en estremecedores y desesperados gritos de furia, sexo y angustia existencial.

El combo era demasiado bueno. Tanto que no pude resistirme a saber mas de ellos. Vi el documental varias veces. Muchas. En el hablan Tere y Dei Pei, los únicos sobrevivientes de la formación original, y otros allegados a la banda. Miguel había fallecido después de un intento de asalto a una joyería, justo antes de la probable consagración de la banda, dejando una estela vibrante, poderosa y maldita, pero muy poco para la posteridad. Y de ahí la valía de este trabajo y, sobretodo, del disco que reúne su obra desperdigada.

Sobre este documental debo decir que, si bien es interesante, ejerce una función desacralizadora sobre los tres personajes, a quienes hubiera preferido conocer de otra manera, simplemente por su música, algún recorte de diario y fotos. Valga decir: la producción visual de la banda es una obra en sí misma. Hubiera preferido ser devuelto, digamos, a lo que siempre me enamoró del rock: esa fabula mágica que se eleva por sobre nosotros, simples mortales, haciendo de su música, su fantasía, y sus héroes un misterio. Por fortuna el supremo acto ritual de sentarse a escuchar un disco hace que uno pueda abstraerse de lo que sabe, y cuando el sonido comienza, la ficción lo arrasa todo y no hay huella de realidad que la sobreviva.

Y conseguimos también el disco. Un hermoso vinilo llamado "Golpe tras golpe" que reúne lo que se pudo rescatar de esta primera formación de la banda, un trabajo de recopilación que viene a reivindicar esa primera etapa, la que los convirtió en un mito pírrico, y que por el feroz ensañamiento del destino y cierta mística del fracaso, nunca llegó a materializarse en un trabajo de estudio. Lo pusimos en la rocola y ahí estaba, intacto. Ese sonido sucio y arrastrado que bañaba de oscuridad sórdida y nocturna el esqueleto típico del rock.

El trabajo se sirve de dos o tres conciertos en vivo, en el cual despachan sus descargas eléctricas en varios actos intensos y salvajes. "Golpe tras golpe", "Quiero pasarlo bien" "No me consigues divertir", "El fin del mundo" son algunas de sus canciones mas atronadoras. Los Desechables en pleno estado de gracia montando su arrollador número ante un publico atónito que, sospecho, sintió algo de perplejidad ante ese tandem que conformaba el sonido chirriante y oxidado de los guitarrazos de Miguel con el golpeteo seco y latoso de un redoblante que no daba tregua.

Buscando referenciarse en su tótem sagrado, The Cramps, pero logrando en esa búsqueda encontrarse, tomaron lo que tenían a mano, ese rocanrol de dos o tres tonos básicos y lo retorcieron con capricho, lo rasgaron con pedazos de vidrio y lo pintaron de un negro abismal que podrá subsistir únicamente en su propio universo. Pero el impacto mayor no ocurre hasta que la misteriosa figura de Tere, parada en el centro de la escena, y ya en trance desde el primer acorde, se monta a ese sonido devastador para soltar con ironía y desesperanza gritos tan dotados de furia y desazón que intrigan y descolocan, encendiendo en la mente y el estomago un enigma siempre recurrente: ¿de que rincón del alma una generación saca tal hastío? Nunca lo sabré acabadamente, sin embargo vuelvo a preguntármelo una y otra vez. Pero en Tere, en Los Desechables, no se agota la respuesta en una mera oda a la disconformidad. También está el juego y la búsqueda constante del límite.

La mayor obsesión del rock es ver que hay más allá. Entonces el sexo, el ocultismo, las drogas... no es necesario explicarlo. Tere era el súmmum de todas las perversiones, el estallido de ira ante las represiones morales de toda índole, la quintaescencia del rock. En su sensual juventud se comprimen las angustias y el odio de la inocencia ante un sistema que machaca y golpea con cobardía imponiendo toscamente sus limites unidimensionales. Por eso la búsqueda transgresora.

Escapar hacia donde no haya cárceles.

Los Desechables iban tras eso, desesperadamente, por eso su imagen es digna de adoración. Porque desde muy temprano supieron que para salir de la monotonía autoimpuesta de las sociedades modernas, no basta con caminar.

Hay que correr.

Y sí se puede volar. Y las salidas no son luminosas, son oscuras, pero el viaje vale la pena cuando uno juega a estar en una película.

Por suerte yo la pude ver.

LG Trash



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