Al momento de salir el album "Cats and dogs" la pareja conformada por Neil Hagerty y Jennifer Herrema lidiaban con entusiastas adicciones que los habían llevado a padecer miserias, enfermedades y ciertos despojos materiales, como vivir en la calle y en la indigencia mientras, en cambio, el sacudón opiaceo colmaba de placer sus centros encefálicos.
La adicción requiere la entrega total.
Algunas bandas colegas y de cierta cercanía declaraban su rechazo a ese tipo de hábitos. El rigor y el profesionalismo de una banda en ciernes exitosa no debía agendar esas desviaciones. La extraordinaria obra de esta banda no puede dejar de sopesarse por estas contingencias en las vidas de estos jóvenes talentos. Teniendo en cuenta que Hagerty había tocado en la seminal banda Pussy Galore junto a Jon Spencer, el capital artístico con el que contaba y su ambición eran ya frondosos. Jennifer Herrema tenía solo 15 años cuando se unió a la aventura Royal Trux. Su voz carrasposa y su sex appeal roto se ensamblaban justo con esa música avant garde que se introducía, como tantas otras veces, en las tradiciones de la música negra norteamericana y que a los blancos les gusta intervenir con asombro por la cultura que esa colectividad parió. Porque del dolor y el sufrimiento de millones de esclavos negros arrancados de la lejana África y que fueron decisivos en la construcción de la riqueza y el poder de ese Estado y ese país, surgieron los ritmos seminales que signarían los cánones de la música de EEUU y de los próximos decenios. El rhythm & blues significo para Royal Trux una profunda lectura de esas raíces y que sirvió como puente traducible de sus vidas y sus expansiones por la mente y la experiencia de la heroína.
Los discos previos habían sido tres: "Royal Trux" (1988), "Twin infinitives" (1990) y "Royal Trux" (1992) Cada uno de ellos documentó lo que en sus vidas ocurría. En todos ellos el sonido se difumina brumoso, de a ratos chatarrero y deriva en una componente vaga, haragana, disoluta. Alucinación, pesadilla y extenuación. Los estados del goce que lanzados llevaban adelante y perseguían. Acompañados por una sección percusiva llana, sintetizadores, guitarras apenas rasguñadas, mezclas de cintas enmarañadas en sonidos incordiantes y las dos voces emergiendo de esos extravíos. Los tres discos son obras singulares, unidades orgánicas en las qué, en conjunto, se percibe atesorada la experiencia de la droga y la ambición de proyectarse más allá de los límites de la conciencia.
Desde ese punto surge el extraordinario "Cats and dogs" en 1993. Un punto donde las fuerzas y las maravillas del goce se reconvierten en mero atasco de lo que ya no vuelve como placer o ensueño. O de terror y escalofrío. Ya no pega. La droga se convierte en ilusión y recuerdo. El paraíso perdido.
“Cats and dogs” es la mera enunciación de lo ya visto en terrenos recorridos con ahínco y ardor. Hasta se me antoja que es el fin de una etapa y el comienzo de otra. El primer tema "Teeth" arranca extenso, árido y deja sentada la base más fuerte de su música de aquí en adelante: la de la arenga. Las voces de la pareja se atropellan en una suerte de hip hopeo "a lo Royal Trux". Cadencioso y urgente. Los Rolling Stones son una referencia ineludible que se hace notar, pero sin groove mediante, suena a mal viaje. No hay "gusto", ni paraíso, ni caliente, ni frío. Solo una quietud seca y estática que los arranques arenguísticos no pueden disipar.
"Estoy sobre una cama de piedra o arena y no hay manera de levantarse. Las fuerzas me han abandonado y solo puede relatarles lo que recuerdo, solo de a ratos".
Desde una solemnidad no deseada el disco transcurre como un cansino brevario opiaceo y volitivo. Las palabras testamentarias y la arenga reaccionaria. De reacción y de languidez. La guitarra de Neil es el volante que maneja en las curvas de esta carretera, no hay bajo ni lo va a haber hasta el próximo disco. Hasta ese momento esa linea no estaba presente en ninguna de las grabaciones de Royal Trux. Guitarras, percusiones, batería y las dos voces que se mimetizan y se funden en una. El tufillo maquetero que tanto se le endilga a la banda se reafirma en ese decir fragmentario y agónico. No hay discurso, solo espasmódicas arremetidas en forma de arenga. Filoso, perfecto.
La selección de temas es ideal y se van acoplando uno a uno:
“Teeth”
“The flag”
“Friends”
“The spectre” (tan stoniano)
“Skywood grernback mantra”
Los dos temas centrales “Turn of the century” y “Up the sleeve” donde lo extático se vuelve estático,
“Hot and cold skulls”
“Thigth pants”
"Let's get lost"
y el sublime final: “Driving in that car”
Se me ocurre que hay una similitud de este disco con el "Isn’t anything" de My Bloody Valentine en cuanto al impulso dinámico que toma, su tempo, similar en el armado del disco y el resultado final. Con diferentes búsquedas, claro está.
Si nos metiéramos en camisa de once varas o en arrogantes disquisiciones se podría arriesgar que fueron la última banda que intentó acabar con el rock ‘n roll asestándole golpes y navajazos directos a los órganos vitales del género. A la vez que resucitaban de él lo rancio, lo sucio y valiente que supo tener. La última gran banda de rock en ser peligrosa, destructiva.
El vínculo amoroso de la pareja, persistente 16 años, es un factor decisivo en la historia que ellos sellaron mas allá de contratiempos, vicisitudes y demases. Las historias que se construyen en las epopeyas cotidianas o en los lapsos que la historia remarca como vitales dejan de lado las rencillas que los pequeños egos aplastan con la miopía que el tiempo deja olvidadas.
La prensa del negocio de la música nunca mostró demasiado interés en este disco y en esta banda, en cambio envalentono propuestas artísticas conservadoras que les sirvió para etiquetar y lanzar una escena que insuflara nuevos aires en el show bussines de la época
No teniendo Royal Trux recordatorios ni grandes palabras para el museo rockero, continúa en secreto y permanece hoy como "un instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores..."